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6 Mar 2013PEREZ 06/03/13
- Pérez, la banda revelación del rock platense, en su segundo disco no disimula nada. La decisión tomada en el estudio está a la vista: no enmascarar con diez tomas eso que les está pasando, como individuos y como grupo, a la hora de registrar las canciones. Valorar lo que es perfectible, lo que llega arañado, porque aporta calor, le hace el juego a la intimidad, y consigue que el disco derrame por su lado más espontáneo. La cualidad es una bella conjunción entre tema y temática, con relatos de sinsabores sin solución (En mi auto), de un padre y un emotiva reflexión sobre su hija (Una ola), de palabras que salen del corazón de la infancia (Chicos) con poesías que desacomodan (Manos) y estribillos inesperados (Ahinoa). Aquí hay un disco de rock con un aporte novedoso: no busca referencias ni rompe con ellas. La posición de Pérez se esclarece. Formada en la ciudad de La Plata, compuesta también por músicos porteños, el nombre no sólo funciona como un atentado al algoritmo de Google. En una ciudad de bandas con nombres estrambóticos (El mató a un policía motorizado), barrocos (Shaman y los hombres en llamas), presumidos (Miró y su fabulosa orquesta de juguetes), llamarse Pérez es defender una posición. Los Pérez, lo sabemos, son los nadies, la carne de la guía telefónica. Un nombre así despeja muchísimo ruido. Y pone a la música en el centro del universo. Pero quien insista en buscarle un árbol genealógico podrá decir "Piano Bar" de Charly García, referencia que sobra de un lado y reduce del otro, pero que explica uno de tantos aspectos del disco: conseguir que lo familiar y lo cachuzo cobren densidad. Para otras referencias quizás se deba romper con las fronteras del género y buscar en la lógica que planteaba Ishiguro: la lógica de la sensación, de las intensidades, la del estado de ánimo. La referencia que le cae a este cronista puede sonar desmesurada pero los discos son, después de todo, experiencias personales, y esta es la de quien suscribe. A saber: de este disco se sale por el mismo agujero por el que se sale de "Kind of Blue" de Miles Davis. No es un lugar para atravesar a diario, sino en momentos meditados. Y aquí es donde se presenta la autopista, esa metáfora multiuso que sirve para anudar un recorrido de canciones radiales, ideales para el estéreo del coche, con ese lugar del que, al igual que de la tristeza, uno no se baja donde quiere sino donde puede. Leandro de Martinelli
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